domingo, 29 de mayo de 2016

CÓMO CONSEGUIR QUE LOS NIÑOS COMAN DE TODO


Cómo conseguir que los niños coman de todo es la pregunta más recurrente que suelen hacerse los padres.

            Lo primero que hay que saber es que los gritos y los enfados no producen buenos resultados, ya que, en ocasiones, los niños usan la hora de comer como manera de llamar la atención y de “ponernos de los nervios” para conseguir lo que ellos quieren. Tampoco el hecho de ceder a cada una de las demandas de los niños tiene buenas consecuencias.   Con el ánimo de verlos siempre felices, en ocasiones se les concede el capricho de comer aquello que les apetece aunque no sea lo más nutritivo o adecuado. Y así, comprobamos una gran cantidad de niños que abusan de alimentos inadecuados, excesivamente calóricos, … y que no comen lo que se les presenta en la mesa porque saben que sus padres van a cambiárselo por algo más apetecible para ellos. Insistimos en que, en ocasiones, estas negaciones a comer esconden llamadas de atención o intentos de autoafirmación para que se les reconozca como diferentes e independientes, como mayores, como seres autónomos. Y no es un rechazo real a la comida que se le ofrece. Cuántas veces hemos comprobado que, tras el rechazo inicial, el niño se distrae con otra cosa y se come sin rechistar aquello que antes le había provocado una pataleta monumental. Por eso, los padres suelen recurrir a hacerles el avión, a darles juguetitos,…. Pero, la hora de comer no es la hora de jugar.
           


El niño es un pequeño investigador que se limita a buscar mediante el ensayo-error cuáles son sus límites y hasta qué punto pueden ser reconocidas estas diferencias y estas autoafirmaciones. Ésta es una etapa normal en el desarrollo del individuo, que todos pasamos, y que debemos tomar con la alegría de saber que nuestro hijo evoluciona de manera normal y que si, por el contrario, es sumiso ante aquello que se le impone, puede suponer un problema en el resto de su vida, porque se le convertiría en una persona manejable, con el consiguiente riesgo para su integridad física y moral.     


       Por tanto, debemos tomarnos estas negaciones a tomar algunos alimentos cómo un intento de rebeldía que implica mayor autonomía del niño. Así pues, cuando un niño pida macarrones en lugar de lentejas, que es lo que le hemos puesto en la mesa, podríamos actuar diciéndole con una sonrisa: “mañana podemos hacer macarrones, pero hoy tenemos lentejas”.  Y si se niega a comer lentejas, se quedará sin comer sin ningún problema, porque, en esta sociedad sobrenutrida, saltarse una comida no es ningún problema. Recuerda que hay millones de niños que no comen nada más que una comida de dudosa calidad una vez al día y que se necesitan muchos días para morir de inanición.

 Es normal que si el niño llora nos cuestionemos si estamos siendo buenos padres; y, peor aún, pensamos que los vecinos o los abuelos nos cuestionarán nuestra capacidad para educarlos. Otras veces, llegamos agotados de las tareas y problemas diarias y no queremos  complicarnos también con la comida del niño. Pues bien, sí seremos buenos padres si conseguimos que nuestro hijo se eduque en una nutrición adecuada y en el respeto de unas normas básicas de convivencia y salud, aunque nos toque un poco de pelea los primeros días. Los niños no son tontos y saben cuándo y a quién pueden “torear”. En mi caso, cuando nuestros hijos pedían algo con insistencia que nosotros no estábamos dispuestos a darles porque considerábamos que no era bueno para ellos, recurríamos a una frase que ellos llegaron a entender que serían inútiles todas las pataletas del mundo, porque nosotros no cederíamos. Por tanto, sería perder el tiempo y las energías en ”borriquear”. Esta frase era: “Lo siento, pero no es negociable”, y siempre iba acompañada con un gesto de firmeza y de cariño a la vez. Estaría bien que cada familia tuviera una frase propia que al oírla los hijos comprendieran que sus padres no se dejarán convencer por la estrategia de la pataleta, y así se evitarían muchos llantos inútiles. Pero no basta con decirla si antes no le has dado el significado de que no transigirás a sus caprichos.

            En consecuencia, si  un día  se le ofrece algo que le guste porque ha rechazado la comida que inicialmente le presentamos, al día siguiente volverá a rechazarla  esperando a ver qué le dan para complacerle. Y tú, adulto, si pudieras conseguir lo que quieres con una pequeña pataleta ¿no lo intentarías?
        Tampoco hay que olvidar que la comida es un acto de tipo social en la que los niños deben sentirse uno más del grupo y por tanto es necesario que la comida se realice con toda la familia unida y, al ser posible, sin televisión para favorecer la comunicación. Conozco un caso concreto en el que, de pronto, la hija no quería comer lo que su madre le ponía en el plato.  Tras unos días en los que la madre se ponía nerviosa y acababa gritando, decidió probar a quitarle el plato de delante, con mucha tranquilidad, y recomendó al resto de la familia que actuaran dejándola “fuera del grupo”, no dirigiéndole la mirada ni la palabra. Cuando la hija comprobó que los que comían interactuaban y reían, pero a ella no le hacían apenas caso, decidió pedir el plato de nuevo para comérselo. La madre no quiso  dárselo diciéndole:  “no te preocupes, no te lo comas; me has dicho que no te gustaba y si no quieres no lo comas” Y, una vez más, continuó hablando con el resto de la familia e ignorándola. Cuando la niña se vio aislada del grupo,  entendió que su intento de experimentar no le resultó rentable 
socialmente.

El paladar es educable y cultural. Por eso, alimentos que nos resultan exquisitos a unos, pueden ser repugnantes para otros. Este puede ser el caso de algunos mariscos muy apreciados en España y que, por el contrario, asquean a nuestros amigos rumanos. O el cerdo, que los musulmanes consideran “sucio, porque los cerdos comen excrementos cuando son criados en libertad”.
 Y, ¿cómo se puede educar el paladar? Para iniciar a comer cosas nuevas a mis hijos, yo acostumbrada a ponerles el alimento nuevo como primer plato y procuraba que el segundo fuese su favorito, de manera que estuvieran deseando de acabar el primero para poder comer el segundo; y, por supuesto, de ese primer plato no les hacía comer gran cantidad las primeras veces. Empezábamos por una sola cucharada y  ampliábamos la cantidad en sucesivos días. Pero sí teníamos una consigna en la familia, una frase más, que decía que “todo lo que  salía a la mesa era obligatorio  probar al menos un poco”.  Las primeras veces lo comían con un vaso de agua al lado para poder limpiarse inmediatamente el "mal sabor" del alimento nuevo. Yo misma se lo preparaba en ocasiones. Este detalle a  mí no me importaba, porque mi intención era que el paladar se les fuera acostumbrando a este nuevo sabor. Y está comprobado que los sabores nuevos que no resultan agradables inicialmente, a partir de la décima vez de probarlos se comienzan a tolerar. Si tiramos enseguida la toalla será difícil que consigamos desarrollar en nuestros hijos un paladar lo suficientemente amplio para que pueda nutrirse correctamente, puesto que cuanto más variada sea su alimentación más podremos asegurarnos de que su nutrición sea equilibrada.

                       

 También procuraba que la presentación del alimento nuevo fuese sugerente; por ejemplo, en la menestra de verduras triturada les escondía patatas fritas como si fueran náufragos y era obligatorio que los náufragos se impregnarán bien de la menestra antes de poder ser ingeridos. De esta forma, poco a poco, mis hijos fueron habituándose a tomar verduras. En otras ocasiones, el alimento nuevo formaba parte de un plato que les gustará mucho;  incluso, este alimento nuevo podía llegar a ser parte decorativa de esa comida que les gustará mucho; por ejemplo, la judía verde (que fue una de las verduras que más les costó comer) podría ser la boquita de una carita hecha de tortilla francesa, con ojitos de tomate y nariz de guisantes.
El paladar de los niños evoluciona a lo largo de los años, empezando a preferir los sabores dulces y delicados en los primeros años de vida, y poco a poco, y según lo que nosotros seamos capaces de conseguir, ese paladar se irá adaptando a los nuevos sabores.
Pero,…¡ cuidado con las golosinas!, ya que muchas de ellas enmascaran gran cantidad de sal, azúcares, conservantes, colorantes,… que no son saludables. Los gusanitos, por ejemplo, se les suelen dar a niños muy pequeños y sin embargo poseen un gran contenido salino. Lo mismo sucede con las bebidas gaseosas, que se les da indiscriminadamente a los niños y a cualquier hora del día. Ningún padre daría una taza de café a su hijo pequeñito, pero no le importa darle buenos vasos de bebida de cola que contiene tantos o más excitantes que el café. Y, por supuesto, en las comidas se debe tomar sólo agua, aunque se pueda hacer una excepción muy de allá para cuándo. Pero no creamos que somos mejores padres si nuestros hijos beben zumos o refrescos en las comidas, porque estas bebidas son muy azucaradas, quitan el hambre, impidiendo tomar alimentos nutritivos, y son fuente de gran cantidad de calorías vacías.
Cuando un niño tiene hambre, es más probable que coma cosas que le agradan menos y no pongan tantas pegas. A todos nos sucede que si "engañamos el hambre" con algo de picar, cuando llegamos a la mesa nuestro cerebro entiende que ya hemos comido y que no necesitamos más, no teniendo ya hambre. En ocasiones, las madres dan a sus hijos poco antes de la comida chucherías, galletas, zumos azucarados o cualquier otro alimento para que espere hasta la hora de comer, y luego se quejan de que el niño no quiere comer la comida. 

Otro de los trucos para que los niños coman de todo consiste en hacerlos “ pequeños cocineros “ colaborando con nosotros en la elaboración de la comida y aceptando las posibles sugerencias creativas de elaboración de esa comida. Por ejemplo, a mi hijo se le ocurrió meter dentro de la carne para albóndigas un champiñón, que en realidad yo iba a añadir a la salsa, e hicimos albóndigas rellenas de champiñones  que  estaban deliciosas.  Con ello,  estimule su capacidad creativa y el deseo de mi hijo de comer champiñones.
Pero también puede ocurrir que realmente haya algún alimento que no les guste nada, de la misma manera que todos tenemos algún alimento que se nos resiste. En esa situación, debemos comprenderlo y buscar algún otro alimento que tenga posibilidades nutritivas similares, para que a nuestro hijo no le falte ningún nutriente.
Si, como decíamos antes, hay algún alimento que nuestro hijo realmente no sea capaz de comer porque no le gusta nada, hay que recordar que a todos nos sucede y que no debemos hacerles pasar el suplicio de tomar aquel alimento que no le gusta en grandes cantidades, porque es más sencillo que el niño no se niegue en rotundo en tragar un alimento nuevo, si sabe que puede probar una cantidad pequeña y no va a ser obligado a ingerir todo un plato. Pero es normal que forme un drama si desde el principio,  y además con nervios y gritos, le hacemos tragar un plato lleno de un alimento que no le gusta.
En  ocasiones, perdemos de vista el objetivo fundamental de hacer que nuestros hijos "coman de todo", y sin embargo anteponemos que "coma todo lo que se le pone en el plato" y se lo acabe hasta el final y deprisita. Esta actitud  tuvo sentido en los momentos de crisis graves económicas en la que la nutrición no estaba asegurada; pero ahora nos debemos fijar más en la calidad que en la cantidad. Por tanto, debemos tener en cuenta que la dieta, en conjunto, sea equilibrada a lo largo del día y que en  una semana se haya comido de todos los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento de nuestro organismo. Es decir, que aporte todo tipo de nutrientes alimentándose  básicamente de vitaminas,  proteínas, hidratos de carbono y grasas. Es un error rechazar las grasas cuando son saludables; es decir, grasas vegetales y en cantidad reducida, puesto que también éstas  son imprescindibles para el correcto equilibrio corporal.
 En definitiva, para evitar rechazos ante los alimentos, conviene empezar con raciones muy pequeñas e ir ampliándolas poco a poco. Y si no les ha agradado el sabor del alimento nuevo,  esperar unos pocos días hasta volver a insistir, pero nunca tirar la toalla. Tal vez si pruebas  a cocinarlos de maneras divertidas y variadas, el niño se acostumbre antes al nuevo alimento; y especialmente si participa junto con los padres en su elaboración.
Es obligación de los padres hacer que los niños tomen la calidad de alimentos adecuada para su buena nutrición; y como norma general, los padres tiene la responsabilidad de decidir qué se come en casa y cuándo se come, pero los niños deben tener la autonomía de decidir cuánto desean comer; porque, en ocasiones, la percepción que los padres tienen sobre la cantidad que su hijo debe comer puede ser errónea, poniéndole un plato como el del adulto, sin tener en cuenta que cada persona tiene su propia medida. Si el niño está sano, fuerte y alegre, no importa que no coma mucho.

Y, por último,  algo muy importante que conecta con el mensaje que os daba sobre que los niños deben comer en familia y no aparte. Hagamos  la siguiente reflexión: los niños aprenden a comer fijándose en sus padres.  Si los padres comen mirando la tele, los niños mirarán la tele; si los padres se levantan de la mesa en cualquier momento, los niños también lo harán; si los padres se echan sal en todos los platos, los niños también; y si los padres comen mal, sin fruta por ejemplo, cada día será más difícil que los niños coman fruta. Porque es imposible convencerlos de que ellos coman fruta mientras nosotros tomamos helados. Así pues,  los padres van a ser los modelos que los niños van a seguir. Y por tanto, si se quiere que los niños adquieran desde pequeños una dieta saludable con suficientes vegetales, pescados,  sin exceso de azúcares ni grasas saturadas y tomen verduras frutas y legumbres, lo mejor es que los padres se preocupen de hacer ellos mismos también una dieta saludable. ¡¡¡Y esta es una de las mejores herencias que un padre puede dejar a sus hijos!!!

Artículo realizado por Mª Ángeles Cabanes de la Osa, extraido de la propia experiencia y con pequeñas notas cogidas del libro de Ferrán Adriá, Valentín Fuster y Josep Corbella, titulado la Cocina de la Salud.

CLUB DE LECTURA DE FAMILIAS

Ya ha concluido, por este curso, las actividades del club de lectura de las familias del colegio que, organizado por la biblioteca de nuestro centro.
Los últimos libros que hemos leído en este club de lectura son "Los girasoles ciegos" y "La catedral del mar".
El primero de ellos nos ha gustado algo menos por la dureza de los temas tratados. Pero el segundo, todos hemos coincidido en que es uno de esos libros que no puedes dejar de leer.
Queremos agradecer la colaboración de la Biblioteca Francisco García Pavón de la localidad de Tomelloso, la cual nos ha proporcionado las colecciones que les hemos solicitado y que pone a disposición de los clubes de lectura la Red de Bibliotecas de la Junta de Castilla la Mancha.
También ha colaborado con la Biblioteca Escolar mediante el préstamo de libros sobre los pintores más representativos de la localidad, los cuales han sido objeto de una exposición en nuestro centro.

miércoles, 4 de mayo de 2016

EL QUIJOTE INTERACTIVO

Y siguiendo con la celebración del IV Centenario de la muerte de Cervantes, aquí os dejamos un enlace a la Biblioteca Nacional donde podréis acceder a ver o leer el Quijote digitalizado.
 http://quijote.bne.es/libro.html